martes, 10 de junio de 2008

King Richard - Galería 9


Ricardo: Has de saber que quiero a tu hija con el alma y quiero hacerla reina de Inglaterra.
Isabel: ¿Y quién habría de ser su Rey?
Ricardo: Yo mismo: ¿qué te parece?
Isabel: ¿Y cómo piensas cortejarla?
Ricardo: Eso tendré que aprenderlo de ti.
Isabel: Envíale, con el hombre que mató a sus hermanos, un par de corazones sangrantes… Si esta persuasión no la mueve al amor, mándale una carta con tus nobles acciones: cuéntale que liquidaste a sus tíos Clarence y Rivers; y además que, en atención a ella, despachaste rápidamente a su tía Ana al cielo.
Ricardo: ¿Y si hubiera llevado a cabo todo eso por amor a ella?
Isabel: entonces no tendría más remedio que odiarte, por haber comprado el amor con tan sangriento despojo.
Ricardo: Mira, lo que está hecho ya no se puede remediar. Si yo les quité el reino a tus hijos, para enmendarlo, se lo daré a tu hija. Si he matado el brote de tu vientre, pronto lo haré crecer engendrando mi brote en tu sangre, sobre tu hija. Otra vez serás madre de un Rey, y todas las ruinas de los tiempos de catástrofe se repararán con una doble alegría. Vuelve con tu hija y prepara sus oídos para escuchar los relatos de un cortejador; porque cuando este brazo mío haya castigado al rebelde Richmond y al necio Buckingham, volveré y llevaré a tu hija al lecho de un vencedor.



RICARDO III. Acto IV, escena IV